Una pelota puede mejorar la atención en las aulas
El niño, siguiendo su inteligencia corporal natural, busca siempre posturas saludables. Sin embargo, el ambiente, el mobiliario que le ofrecemos, no siempre se lo pone fácil y las soluciones que encuentra son a menudo forzadas y tienen un elevado coste en cuanto a salud física y emocional.
¿Qué nos viene a la cabeza al pensar en un adolescente de hoy en día? ¿Pasota? ¿Despreocupado? ¿Desmotivado? Imaginémoslo ahora sentado en una silla. La imagen que venga probablemente tenga más parecido con alguien que se ha caído sobre una silla que con alguien sentado sobre una silla. ¿La postura es un reflejo del estado anímico del adolescente? ¿O cabe también la posibilidad de que la postura sea la que induce al adolescente a ese estado?

¿Y si las sillas no fueran la mejor opción para sentarse? La silla es un fenómeno cultural que en su origen no tuvo la función que conocemos actualmente, la de servir de asiento, era un símbolo de poder. La encontramos, por ejemplo, en el Antiguo Egipto, usada por los faraones o la nobleza y realizada siempre con materiales nobles que realzaban su función, la de definir una jerarquía. Con el paso del tiempo se ha convertido en un utensilio al abasto de todo el mundo y, en el mundo occidental, imprescindible.

Por otro lado, si observamos a nuestros primos, los gorilas y chimpancés, vemos que se sientan en cuclillas o directamente sobre el suelo. Estas son posturas naturales, las que nuestra inteligencia corporal natural, exenta de condicionamientos culturales, tomaría espontáneamente.

En cambio, ¿qué postura adoptamos sobre una silla? Las piernas y la espalda están a un ángulo de 90º entre sí y la espalda se mantiene vertical, esta es una postura que no encontramos en los hábitos de ningún animal. Si las rodillas están completamente flexionadas, el ángulo entre el fémur y la columna puede ser pequeño sin causar daño a la columna vertebral, ya que la musculatura de las piernas lo permite. Por el contrario, si las rodillas no están del todo flexionadas, generar un ángulo de 90º, que es la postura que adoptamos o queremos adoptar en una silla, sucede lo siguiente: la articulación femoral no lo puede conseguir por que la musculatura de las piernas se lo impide, por tanto la conseguimos a base de forzar las últimas vértebras lumbares y el sacro, y a la larga la columna se va deformando. El ángulo natural entre fémur y columna vertebral en posición vertical cuando las rodillas no están completamente flexionadas es de 135º, un ángulo menor, como hemos visto, tiene consecuencias nocivas para el organismo.

Sobrevivir sobre una silla 

¿Qué hace el niño al verse en la disyuntiva de seguir su inteligencia corporal natural o adaptarse a la silla que le ofrece el adulto? Habitualmente los veremos sentados en la punta de la silla y con la parte alta de la espalda apoyada en el respaldo. Están buscando el ángulo natural de 135º entre el fémur y la columna. El problema de esta solución, que la mayoría encuentra, es que en esta postura no existe soporte de la zona lumbar, por tanto ésta tiende a hundirse y la curvatura natural se pierde, nos encontramos columnas en forma de C, en lugar de dibujar la forma de S que es la que responde a un organismo equilibrado. Así, observamos que la mayoría de los niños no desarrollan la curvatura lumbar debido al uso de la silla. Los efectos nocivos a nivel físico son bastante evidentes, pero las consecuencias van más allá del plano físico.

¿Qué consecuencias tiene esta postura a nivel emocional? Si la curvatura de la espalda en lugar de ser una S, es una C, el diafragma está cerrado y hace que el esternón se hunda. Las personas deprimidas se cierran, detectamos en ellas una columna en forma de C, y si provocamos, gracias a una silla, que una persona se cierre la estamos induciendo a una depresión. Hoy en día la depresión infantil es algo habitual, se manifiesta más tarde, pero el origen está en las edades tempranas y fomentado por una exigencia del entorno a adoptar posturas antinaturales. La depresión tiene asociada estados de desánimo, desmotivación, falta de atención, entre tantas otras. ¿Cabe ahora la posibilidad de que la postura en la que educamos a los niños pueda determinar algunas de las actitudes que hoy en día asociamos al adolescente?

Un niño sentado a 90º es una abstracción teórica, es algo que nunca haría un niño sano. Si pensamos en un aula, nos encontramos con otros factores que inducen a la misma postura. Si la mesa es demasiado baja el niño se inclinará hacia delante y a nivel postural, y por tanto emocional, tiene el mismo efecto que sentarse en la punta de la silla: la columna termina en forma de C. En algunos países ya es obligatorio tener sillas y mesas regulables en altura, que el tamaño de la silla y la mesa sean adecuados al niño es importante. Otro efecto que podemos encontrar en este sentido, una desproporción entre el tamaño de la silla y el del niño, es que el niño no toque con los pies al suelo. Hay muchas razones por lo que es importante evitar esto, una de ellas es que sin apoyo bajo los pies, con las piernas siempre colgando, no se desarrolla tono muscular y se crea un hábito de utilizar la pelvis como apoyo en lugar de los pies y las piernas. Esto tiene, lógicamente, también efectos a nivel emocional, no se desarrollan recursos para tener los pies sobre la tierra, para caminar confiadamente.

Algunas soluciones

Todo lo expuesto hasta aquí es, a diferencia de lo que pueda parecer, esperanzador: está en nuestras manos favorecer actitudes de motivación, participación y atención en el aula, y fuera de ella, y puede ser tan sencillo como ofrecer un mobiliario adecuado.

Para el aula o en casa podemos pensar en la utilización de una silla de ordenador, en las que existe un soporte para apoyar las rodillas y de esta forma ofrece la posibilidad de mantenerse con el ángulo natural de 135º entre piernas y tronco y a la vez permite regular la altura para adaptarla a la altura de la mesa.

Otra posibilidad, aún más ventajosa, es la utilización de pelotas que, además de conseguir el ángulo adecuado, introduce el beneficio del movimiento: los expertos en ergonomía dicen que la mejor postura es la siguiente, y para estar en equilibrio sobre la pelota necesitamos entrar en un proceso dinámico. El movimiento es lo que mantiene el cuerpo sano y sin cansancio, los fluidos circulan, se descargan toxinas, se oxigena el organismo y te mantiene en un tono natural. Un niño moviéndose sobre una silla – no olvidemos que lo hace siguiendo su inteligencia corporal natural – puede llegar a ser un gran inconveniente para el adulto que tiene enfrente y que necesita una cierta quietud para concentrarse, sin embargo, un niño sobre una pelota encontrará el justo estímulo de movimiento que le satisface sin generar un movimiento externo que pueda distorsionar la dinámica general. Al usar pelotas, que no podemos regular en altura, sería necesario que las mesas sí fueran regulables y, aún mejor, que pudieran inclinarse para garantizar la verticalidad de la columna.

Pero, si sillas ergonómicas, pelotas y mesas regulables aún nos parecen soluciones difíciles de implementar en nuestro entorno, en este video podemos ver como con un simple cojín podemos también aportar una mejoría en la postura.

Sólo nos queda observar las situaciones que nos encontremos en la vida cotidiana para ver como la silla genera posturas de desánimo y desatención, y si tenemos la oportunidad descubrir cómo los niños y niñas sentados sobre las sillas ergonómicas o las pelotas respiran un aire despierto, participativo y atento.

T.Puig - con el asesoramiento técnico de J. Tolja
Artículo publicado en las revistas Viure en familia y Crecer en familia