¿Esta vez a quién toca?
El lobo y el cordero pueden
acostarse juntos,
pero el cordero dormirá poco.
Woody Allen
Cuando los cambios de rol o la búsqueda de nuevos equilibrios en el interior de una relación ocurren en un núcleo más amplio, por ejemplo en una familia más numerosa o en el trabajo, no es raro observar cómo un malestar se transmite de una persona a otra según quién encarne la desazón que implica la transformación.

Análogamente, en el trabajo es habitual encontrar una persona que muestre regularmente algún malestar, y que, de ese modo, le permite a los demás encarnar una parte más fuerte y brillante. En el momento en que tal rol cae, generalmente entra en crisis alguna otra persona.

También en estos casos, la vulnerabilidad del sistema se manifiesta en la parte que en ese momento es la más idónea para hacerlo. No es casual que cuando uno de los participantes de este peculiar juego de roles, comienza a estar bien, otro empieza a estar mal, y viceversa. En efecto, cuando alguien se adapta a las exigencias del otro, renunciando a tener presentes las propias necesidades, lo hace forzándose en una dirección que todavía no ha integrado completamente dentro de sí en todos los niveles.

Observar esta migración de síntomas su ligazón con determinados cambios en el interior de la relación, las ocasiones en que surgen o sufren una regresión, puede ser buena una oportunidad tanto para individualizar y explorar más directamente quién es uno verdaderamente y qué necesidades tiene, como también para conocer las necesidades de los demás. O para verificar en vivo y en directo de qué manera los distintos modelos de relación que se van instaurando con los demás, satisfacen (o no) las necesidades profundas y la manera de ser de las personas involucradas. El cuerpo refleja la situación, señalando la parte alienada de sí que es necesario recuperar para volver a star bien.

J. Tolja – F. Speciani
del libro Pensar con el cuerpo